Estos días pienso
en cómo la forma con la que nos relacionamos con nuestro futuro y nuestro
pasado afecta a nuestro día a día.
Cuando lo único constante es
el cambio, unas buenas raíces nos dan sostén y nos nutren, y una firme visión
de cómo queremos ser y vivir nos marca el rumbo.
Si lo miras como
yo lo miro, solamente hay presente. Estoy siempre en el presente, y este
presente es fugaz, porque, tal como lo vivo, se convierte en pasado y, en nada,
doy paso inmediato a lo que antes era mi futuro y ahora es mi presente.
El pasado nos hace cómo somos en cada momento. Cada experiencia, agradable o
desagradable (1), que vivimos nos cambia o nos reafirma y, sobre todo, si
estamos atentos, nos enseña. Una relación sana (2) con nuestro pasado nos
enraíza y nos sostiene.
Nuestra capacidad de visionar el futuro nos da motivación, impulso y dirección.
Cuanto más capaces seamos de entablar una relación adecuada con nuestro “YO
futuro”, mejores decisiones tomaremos (3).
Cuando te das
cuenta que todo es presente, nutrido & sostenido por tu vivencia del pasado
e impulsado & dirigido por tu visión del futuro, es más fácil que evites
caer en los riesgos de hipotecar presente o futuro o de renegar del pasado.
Cuando te das
cuenta que todo es presente, aprendes a conectar y convivir con lo que te pasa
momento a momento, aprendes a hacer más fácil y más intenso cada momento, a
darle un sentido como lo que es: fruto del momento pasado y simiente del
momento futuro.
(1) Fíjate que
utilizo agradable/desagradable en lugar de buena/mala. Y es que no existe lo
bueno o malo en sí mismo. Las experiencias, al final, son lo que nosotros
hacemos con ellas.
http://www.alexrovira.com/reflexiones/blog/articulo/buena-suerte-mala-suerte-quien-sabe
(2) Aceptar y dar
espacio a este pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario