Helen Keller no nació ciega ni sorda, sino como una niña
perfectamente normal. No fue sino hasta diecinueve meses después que contrajo
una enfermedad que dejó sus huellas: sordera, ceguera e incapacidad para hablar.
A los 7 años sus padres totalmente desbordados por el
comportamiento salvaje de Helen contrataron una maestra para que se hiciera
cargo de su educación.
Después de muchos esfuerzos, llega el momento en que Helen
toma consciencia de la relación entre las cosas y el lenguaje. Es una escena
con mucha fuerza, no os la perdáis:
“Me fui de la fuente ansiosa tras
aprender que todo tenía un nombre, y cada nombre engendraba un nuevo
pensamiento. Mientras regresábamos a la casa, cada objeto que yo tocaba parecía
temblar de vitalidad: era porque lo veía todo con la extraña y nueva visión que
me había embargado. Al traspasar la puerta recordé la muñeca que había roto.
Fui a tientas hasta el hogar y recogí los trozos. Traté en vano de
ensamblarlos. Entonces mis ojos se llenaron de lágrimas, pues comprendí lo que
había hecho, y por primera vez sentí arrepentimiento y pesar.”
Helen Keller, The story
of my life
¿Por qué os cuento esto?
Mirad, mucha gente circula por la vida sin darse cuenta, sin
tomar consciencia de la importancia del cómo nos comunicamos con los demás. En
las empresas y en las familias se pierde tiempo, dinero y se genera malestar
por temas derivados de esta falta de consciencia. Y sigo viendo muy pocas
actuaciones al respecto. Y sigo viendo caras de extrañeza cuando se proponen
este tipo de actuaciones. Es como Helen
Keller antes de su descubrimiento, incomprensión y oscuridad.
Cuando finalmente lo descubrimos, es como cuando Helen
Keller descubre que todo tiene un nombre:
“Caminamos por el sendero hasta la
fuente, atraídas por la fragancia de la madreselva que la cubría. Alguien
extraía agua y mi maestra puso mi mano bajo el grifo. Mientras el chorro fresco
me empapaba una mano, ella deletreó en la otra la palabra “agua”, primero
despacio, después deprisa. Me quedé en silencio, fijando mi atención en el
movimiento de sus dedos. De pronto tuve una borrosa conciencia, como de algo
olvidado, el estremecimiento de un pensamiento que regresaba; y de algún modo
se me reveló el misterio del lenguaje. Supe entonces que “a-g-u-a” significaba
esa maravillosa frescura que rozaba la mano. Esa palabra viviente despertó mi
alma, le dio luz, esperanza, alegría, la liberó. Aun había barreras, es verdad,
pero barreras que podrían eliminarse con el tiempo.“
Helen Keller, The story of my life
“Esa palabra viviente
despertó mi alma, le dio luz, esperanza, alegría, la liberó. Aun había
barreras, es verdad, pero barreras que podrían eliminarse con el tiempo.”
Así es como te sientes cuando descubres la importancia de la
comunicación.