domingo, 26 de julio de 2015

Darse cuenta…. o lo que es lo mismo, tomar consciencia

Helen Keller no nació ciega ni sorda, sino como una niña perfectamente normal. No fue sino hasta diecinueve meses después que contrajo una enfermedad que dejó sus huellas: sordera, ceguera e incapacidad para hablar.

A los 7 años sus padres totalmente desbordados por el comportamiento salvaje de Helen contrataron una maestra para que se hiciera cargo de su educación.

Después de muchos esfuerzos, llega el momento en que Helen toma consciencia de la relación entre las cosas y el lenguaje. Es una escena con mucha fuerza, no os la perdáis:


“Me fui de la fuente ansiosa tras aprender que todo tenía un nombre, y cada nombre engendraba un nuevo pensamiento. Mientras regresábamos a la casa, cada objeto que yo tocaba parecía temblar de vitalidad: era porque lo veía todo con la extraña y nueva visión que me había embargado. Al traspasar la puerta recordé la muñeca que había roto. Fui a tientas hasta el hogar y recogí los trozos. Traté en vano de ensamblarlos. Entonces mis ojos se llenaron de lágrimas, pues comprendí lo que había hecho, y por primera vez sentí arrepentimiento y pesar.”

Helen Keller, The story of my life

¿Por qué os cuento esto?

Mirad, mucha gente circula por la vida sin darse cuenta, sin tomar consciencia de la importancia del cómo nos comunicamos con los demás. En las empresas y en las familias se pierde tiempo, dinero y se genera malestar por temas derivados de esta falta de consciencia. Y sigo viendo muy pocas actuaciones al respecto. Y sigo viendo caras de extrañeza cuando se proponen este tipo de actuaciones.  Es como Helen Keller antes de su descubrimiento, incomprensión y oscuridad.

Cuando finalmente lo descubrimos, es como cuando Helen Keller descubre que todo tiene un nombre:

“Caminamos por el sendero hasta la fuente, atraídas por la fragancia de la madreselva que la cubría. Alguien extraía agua y mi maestra puso mi mano bajo el grifo. Mientras el chorro fresco me empapaba una mano, ella deletreó en la otra la palabra “agua”, primero despacio, después deprisa. Me quedé en silencio, fijando mi atención en el movimiento de sus dedos. De pronto tuve una borrosa conciencia, como de algo olvidado, el estremecimiento de un pensamiento que regresaba; y de algún modo se me reveló el misterio del lenguaje. Supe entonces que “a-g-u-a” significaba esa maravillosa frescura que rozaba la mano. Esa palabra viviente despertó mi alma, le dio luz, esperanza, alegría, la liberó. Aun había barreras, es verdad, pero barreras que podrían eliminarse con el tiempo.“

Helen Keller, The story of my life

Esa palabra viviente despertó mi alma, le dio luz, esperanza, alegría, la liberó. Aun había barreras, es verdad, pero barreras que podrían eliminarse con el tiempo.”


Así es como te sientes cuando descubres la importancia de la comunicación.


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