domingo, 24 de enero de 2016

¿Son diamantes lo que se necesita?

“Sin presión, no hay diamantes” Thomas Carlyle

Cuando Thomas Carlyle escribió esta frase la creencia era que solamente bajo presión se pueden conseguir resultados. La idea es que la insatisfacción, la falta de confort y la angustia nos hacen más productivos. Las personas rendimos más cuando nos presionan, ya sea a través de control, plazos, supervisión, como a través de recompensas, evaluaciones o de la creación de competencia con otros.

Hubo un tiempo en que esta creencia predominaba en campos como la empresa y la educación. Seguramente la mayoría de nosotros en un momento u otro hemos aplicado, nos han aplicado o hemos visto aplicar esta estrategia, y también hemos visto y sentido sus efectos. Hemos visto quizás repunte de resultados rápido, quizás aumento de actividad, y quizás también hemos visto presentismo, desmotivación, individualismo, falta de ideas y de compromiso…

Hoy en día hay suficientes evidencias para reconsiderar este enfoque.

Y ahí entra la pregunta clave: ¿para qué? (intención). Cuando alguien aplica o se aplica presión para obtener resultados lo primero que debe plantearse es ¿qué resultados quiero? ¿para qué estoy aplicando esta presión?. Quizás si solamente necesito un resultado a corto, o si quiero pasar un examen, o cerrar un proyecto ya, o si necesito sacar más unidades de lo que sea mañana, la presión me ayude, pero si quiero aprendizaje, creación, colaboración, sostenibilidad, gestión de la complejidad… quizás no sea la mejor alternativa.

Una vez tenemos claro el resultado que queremos, si hemos desarrollado nuestra capacidad de observar como un científico, sin juicios, solamente queriendo conocer, constatar… (conciencia plena), veremos que no nos vale la misma estrategia siempre, que nos va a depender de las personas, las circunstancias, el tiempo, el momento… y sabremos qué hacer, con quien y cómo conseguirlo.

Y a la hora de qué, del quien y del cómo, nos será básico el conocernos y conocer al otro (autoconocimiento). Cuanto más nos conocemos a nosotros mismos más capaces somos de conocer al otro, y así podemos hacer las cosas de la forma más adecuada.

No es fácil, si fuera fácil, nos bastaría leer el manual y aplicar literalmente. Para llegar a aprender a manejarse, a no ir improvisando, hay que trabajar, hay que ser “trabajista”. Y lo bonito es que no sea fácil, que no sea una receta. Y es bonito porqué esto demuestra la riqueza del ser humano, que no somos números y que no vale lo mismo ni para todos ni en todo momento. Creo que aprender a manejarse en este mundo vale la pena y si me acompañáis en este viaje, cuanto más “lo sudéis” (1) tanto más beneficio encontraréis.



(1)   El “sudar” al que me refiero no es sacrificio, no es esfuerzo visto desde el prisma del “debo”, el “sudar” al que me refiero es el de la ilusión, el del “quiero”. Parece una tontería, pero es un punto clave. He hablado ya de esto en el blog e iré insistiendo por la importancia que tiene.

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