jueves, 20 de diciembre de 2018

¿Y si fueras tú quien te esclaviza?



Leo un artículo sobre la esclavitud 2.0 (1) y se me ocurre que, muchas veces, al colocar el 100% de la responsabilidad de lo que nos sucede fuera de nosotros mismos, nos estamos dificultando las posibles soluciones.

Transcribo (2) algunas de las afirmaciones que extraigo del artículo y que me llevan a reflexionar sobre esto:

Vibra el móvil. El aviso de un mail del jefe interrumpe las cañas. ¿Qué haces? [..] Después de pensarlo un poco, eliges la primera opción: lo lees en ese mismo momento y contestas

El 36% de los profesionales del informe coge el teléfono y chequea el buzón fuera del horario laboral porque se siente en la obligación de hacerlo

Otro 34% alega que el propio puesto de trabajo exige esa disponibilidad

Un 14% subraya que siente la necesidad de estar al tanto de todo lo que ocurre en la empresa, aunque se encuentre en el bar de la esquina o en la playa

Al leer estas frases con atención me sugieren algo distinto a lo que parece que quien redacta el artículo quiere comunicar. A mi me sugieren que quien se obliga, quien se exige es uno mismo. Las frases “hablan” de lo que estas personas “entienden” que hay que hacer, no de lo que la tecnología o la empresa le están obligando a hacer. Está en el mismo redactado.

Más adelante en el artículo, se afirma: “el 76% de los encuestados está a favor de que la empresa en que trabaja aplique alguna ley de desconexión digital” ¿Quiere decir esto que lo que yo me exijo, o elijo, o siento que debo hacer a raíz de mi interpretación es la empresa la que me lo tiene que prohibir? (3) Quizás soy yo, pero me suena un poco paternalista.

En las formaciones que doy sobre estrés hablo de tres ingredientes que se presentan en el estrés: el miedo, la autoexigencia y el propósito, y explico cómo diferentes proporciones de estos ingredientes generan respuestas y comportamientos distintos, que nos llevan a resultados y consecuencias distintas. Identificar cómo juegan estos ingredientes en las distintas situaciones a las que nos enfrentamos es el primer paso para poder cambiar cosas.

Por ejemplo: cuando en el entorno laboral lo que nos mueve tiene demasiado componente de miedo y/o autoexigencia, es cuando se pueden producir estas situaciones de pseudo esclavitud. En el momento en que ponemos toda la responsabilidad en la empresa, nos situamos automáticamente en la NO posibilidad de cambiar cosas.

Aprender a ver todo esto nos ahorra mucha energía y nos permite construir fórmulas que, al utilizar las proporciones adecuadas de cada ingrediente, nos permiten alcanzar resultados en menos tiempo, con mucho menos esfuerzo y desgaste.


(1) Esclavitud 2.0 se refiere a cuando se atienden emails o whatsapps o llamadas del trabajo fuera del horario laboral. Los dispositivos móviles facilitan esta ultraconexión.


(3) Sí que es cierto que la cultura de la empresa, los comportamientos de quienes la conforman (sobre todo los de los directivos) mandan mensajes y sugieren aquello que se valora, pero el último paso en la interpretación solemos darlo nosotros.




martes, 18 de diciembre de 2018

Sin estrés no se llega a la excelencia


Es paradójico que hoy en día, cuando más necesitamos saber gestionar el estrés que se genera en nosotros, solamente nos refiramos al estrés como algo que hay que evitar o que hay que reducir. A lo más que llegamos es a hacer una distinción artificiosa entre estrés bueno y estrés malo (1), como si fueran dos cosas distintas, pero no lo son.

El primer paso para comprender que sin estrés no vamos a llegar nunca a la excelencia, es entender qué es el estrés. En mis formaciones lo defino así:

RESPUESTA FISIOLÓGICA QUE NOS PREPARA PARA ACTUAR ANTE UNA SITUACIÓN QUE SE RELACIONA CON ALGO QUE PERCIBIMOS COMO IMPORTANTE PARA NOSOTROS Y QUE ESTÁ EN JUEGO.

Cuando se empezó a estudiar la reacción de estrés, el foco se situó en las consecuencias cuando éste no se gestionaba adecuadamente (2) o, cuando este estrés no podía ni gestionarse. Y sí, hay consecuencias cuando no se gestiona el estrés de forma adecuada, pero creo que hay que centrarse más en aprender a gestionar ese estrés que no en aprender a huir de él o intentar reducirlo. El mismo Selye, al ver el cariz que estaba tomando todo lo relacionado con el estrés, dijo “Siempre hay estrés, así pues, la clave está en asegurar que éste es útil para ti y para los demás

Siempre que nos implicamos, que aspiramos a algo que nos importa, que estamos en un proyecto ilusionante, hay estrés. Y ese estrés no es diferente del estrés que experimentamos ante una posible pérdida o ante un cambio que nos sobrepasa o ante una situación ante la que nos vemos con pocos recursos. ES EL MISMO ESTRÉS, ES LA MISMA GESTIÓN Y SON LAS MISMAS CONSECUENCIAS SI NO LO MANEJAMOS BIEN.

Hablamos mucho de empresas “felices”, pero la “felicidad” no nos lleva necesariamente a un buen resultado. Quizás deberíamos hablar de empresas que saben manejar la energía que surge cuando hay implicación, cuando hay cosas en juego, cuando aspiramos a ir hacia delante, cuando buscamos la excelencia. Empresas que procuran entornos en los que sus empleados aprenden a manejarse en el cambio, en la incertidumbre, en la complejidad, sin que esto los lleve a un desgaste personal que repercuta en su bienestar y, por ende, en la sostenibilidad de los equipos y el resultado de la misma empresa.

El primer paso es entender qué es el estrés.




(1) Yo misma, al inicio de mi trayectoria como experta en gestión de estrés…

(2) Las investigaciones sobre el estrés se centraron en generar un estrés extremo por impredecible, incontrolable y sin sentido. Este tipo de estrés no es el estrés que vivimos en nuestro día a día, es muy inusual en los entornos en que nos movemos la mayoría de nosotros. Incluso en situaciones de sufrimiento y penuria, somos capaces de ver esperanza, de realizar elecciones, de verle un sentido…



domingo, 2 de diciembre de 2018

Piensa mal y...




¿Acertarás? ¿O no?

Es un sesgo muy conocido y común el de sentirse atraído por lo negativo, por lo que nos da miedo y nos preocupa. Desde la óptica de la evolución este rastreo de amenazas y carencias es lo que, desde tiempos ancestrales, aseguró la supervivencia de la especie.

Hoy en día este sesgo sigue siendo útil siempre que sepamos contrapesarlo para ser capaces de interpretar correctamente nuestro entorno.

Esto es más importante cuando estamos en contacto con tanta noticia dramática como se publica hoy en día, con las quejas, la indignación, la desesperanza o el cinismo que nos pueden transmitir familia, amigos, conocidos, redes sociales, y lo que nos puede llegar día a día en el trabajo en forma de rumores o críticas. Es difícil no “contagiarse” emocionalmente, y este contagio hace que se distorsione nuestra imagen de lo que sucede. Esto no aporta calma a nuestras vidas, que ya están suficientemente agitadas por hallarse sumergidas en un entorno complejo, incierto, cambiante, exigente y lleno de estímulos.

¿Y cómo contrapesarlo? Te apunto lo siguiente:

1.- Date cuenta de a qué prestas más atención. Y date cuenta también de qué noticias tiendes a transmitir, ¿estás colaborando a darle más circulación a las “malas noticias”, a la queja, a la crítica, al cinismo, …?

2.- Busca fórmulas de “contrapeso”. Se me ocurre, por ejemplo, fijarte la tarea de encontrar 3 cosas buenas que hayan sucedido o de las que te hayas enterado cada día (1). O también puedes prestar atención a las ocasiones en las que piensas “mal” de una situación o persona y luego resulta que no era o fue así (2).

No se trata de ignorar lo que sucede, se trata de equilibrar nuestra mirada. Si la tendencia natural es a prestar más atención a lo “negativo”, necesitamos una estrategia para darle su espacio a lo “positivo”. Y, como siempre, la estrategia es bueno adaptarla: si eres de los menos que tienden a prestar más atención a lo “positivo”, el equilibrio de la mirada va a requerirte dar su espacio a lo “negativo”.



(1) En poco tiempo he leído tres artículos sobre libros que destilan optimismo “realista” sobre la especie humana y el estado del mundo: de Steven Pinker “En defensa de la ilustración”, de Matt Ridley “El optimista racional” y, más recientemente, de Hans Rosling “Factfulness”. Es más, si clickas en amazon estos títulos te aparecen recomendados algunos otros que también se enfocan en los progresos y avances de la humanidad desde esta perspectiva más bien optimista.

También he realizado una búsqueda de periódicos digitales centrados en buenas noticias:


Busca también lo bueno que sucede a tu alrededor, seguro que hoy alguien te ha sonreído o te han echado un cable o has visto algún gesto amable o, sencillamente, has apreciado algo que otros días has dado por supuesto. Ese “ir a buscar lo positivo” se irá haciendo más espontáneo día a día, hasta que te será fácil.

(2) Este ejercicio es muy potente, te darás cuenta de que muchas veces piensas mal de algo o alguien y luego no es así, y no te das ni cuenta. La idea del ejercicio es hacerlo aflorar y darte cuenta de cuántas veces pasa esto.