miércoles, 18 de diciembre de 2019

¿Cambiar? ¿Para qué? ¿Cómo?

Photo: Oliver Cole vía Unsplash


Se acerca el momento del año en que todo nos empuja a plantearnos cambios. Dejar de fumar, aprender inglés, hacer ejercicio, … cada año lo mismo: septiembre y enero son los meses en los que especialmente se desata esta inquietud.

Da miedo cambiar y, a la vez, no hacerlo nos da insatisfacción.

Pero entrar en un ciclo de “quiero cambiarlo y no lo consigo nunca” genera mucha más insatisfacción que plantearse quedarnos como estamos. Es por ello que siempre recomiendo pensarlo a fondo antes de lanzarse a cambiar lo que sea que se desee cambiar.

Entrar en un ciclo de “quiero cambiarlo y no lo consigo” genera mucha más insatisfacción que quedarnos como estamos.

¿Qué pasos deberías plantearte antes de decidir cambiar?

El primero: tener claro para qué lo quieres, qué va a comportar en tu vida diaria este cambio y, también, qué vacío va a crear dejar de hacer o cambiar lo que hacías. Y es que muchas veces hacemos cosas para conseguir sentirnos bien, para sentirnos integrados en algo, como excusa para no hacer otras cosas, para caer bien, para transmitir una imagen… Son cosas enraizadas en nosotros, de las que somos o no conscientes.

Hacemos cosas para sentirnos bien, integrados en algo o como excusa para no atrevernos a hacer otras cosas, para llenar vacíos…

El segundo: conseguir desearlo mucho. Cambiar cuesta un esfuerzo, así que cuánto más consigas conectar emocionalmente con el resultado del cambio, menos energía vas a tener que invertir en el proceso. Hay formas de aumentar esta conexión, y cada uno de nosotros tenemos nuestra vía.

El cambio es más de algo que nos arrastra que no de un nosotros empujando.

El tercero: ser estratégico. Ir a pecho descubierto en pos de aquello que deseas es muy heroico, pero arriesgas desgastarte y no llegar. Buscar la mejor estrategia (para ti) a lo largo de todo el proceso es clave.

Una buena estrategia, que se alinee con nuestras preferencias y entorno, es crítica para conseguir no tan solo el cambio, sino su sostenibilidad.

Y, además, es importante no ir con ingenuidad: que no te engañen, cambiar no es fácil, es difícil calibrar el esfuerzo que requiere y nada te asegura que el resultado sea el que buscas. 

Cambiar requiere valor, y si no lo tienes, es mejor dejar las cosas como están aún si eso te causa insatisfacción.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

Verte como quien decide en tu vida


La vida va sucediendo a nuestro alrededor, y a veces nos parece que nos ayuda, mientras que, otras veces, nos parece que se nos gira en contra. Incluso hay ocasiones en que lo que en un momento nos pareció que se nos giraba en contra resultó ser una gran oportunidad que supimos aprovechar y viceversa. No tenemos más control sobre nuestra vida que el que ejercemos en nuestras elecciones del día a día. Son estas elecciones las que nos van a ayudar a construir cosas como un carácter que nos permita gestionar mejor los reveses y las oportunidades, un cuerpo que nos permita afrontar mejor la actividad, el desgaste, los riesgos de salud y los retos que nos vayan surgiendo o un entorno que nos dé apoyo y energía.

Para hablar de la vida me gusta utilizar el símil de la navegación. Me imagino que decido emprender un viaje, y puedo hacerlo de muchas formas, todas muy válidas, pero cada una de ellas me demandará cosas distintas y me conllevará riesgos y oportunidades distintas. Puedo decidir dejarme llevar por las corrientes y el viento, o puedo decidir que quiero navegar hasta Ibiza, o hasta Nueva Zelanda, puedo fijarme un tiempo o no, sea lo que sea lo que haga, ahí hay una decisión. Y cada decisión de las que puedo tomar sobre cómo echarme a la mar me pone en una situación, unos requerimientos y unos riesgos y oportunidades distintos. Ninguna es más buena ni más mala que la otra, son sencillamente distintas.

Así es la vida, como el mar, con sus días de calma y sus tormentas, sus días buenos y sus días malos. Y así somos nosotros, como el patrón de la embarcación, conociendo si nuestro barquito puede o no afrontar una galerna, si llevamos suficientes provisiones de agua como para adentrarnos más allá, y conociéndonos a nosotros mismos y nuestra capacidad de gestionarnos en el entorno marino. 

Podemos decidir navegar sin rumbo, a lo que surja, porque así nos apetece, y asumir los riesgos y las oportunidades de esta elección. Podemos decidir hacerlo así, pero bien pertrechados de provisiones y recursos, o bien a la buena de Dios. Cada una de estas decisiones nos lleva a sitios distintos, o más bien, aumenta las probabilidades de llegar a estos sitios. Yo puedo decidir llegar a Ibiza el viernes, prepararme y pertrecharme a conciencia y naufragar, puede pasar, pero es menos probable que si mi decisión es cruzar el cabo de hornos en una chalupa y sin ninguna preparación.

Tanto si has decidido dejarte llevar como si sabes adónde ir; tanto si te has pertrechado a conciencia o no, ser consciente de esas decisiones que estás tomando cada día es importante. Lo es porque te permite, en caso de que haya algo que no funcione y te sientas mal, cambiar. Y todavía más importante, te permite verte como quien decide en tu vida, incluso cuando decides que sean los otros los que decidan por ti, y en esto se enraíza tu capacidad de darle la vuelta a tu vida en el momento en que tú así lo decidas. Así lo siento yo y espero que esta reflexión te sirva.

martes, 19 de noviembre de 2019

El estrés: ¿ese monstruo que viene a ver al directivo?


DKV ha publicado un estudio (1) que estos días ha generado titulares como:

El estrés devora al 91% de los directivos españoles, El estrés deja huella en nueve de cada diez directivos, El 91% de los directivos españoles vive estresado, Nueve de cada diez directivos en España sufre estrés,El estrés lastra el buen estado de salud de los altos directivos ...

etc…

Bien, hasta que no sepamos ver que el estrés es necesario, que lo que se necesita no es menos estrés, sino que cada uno sepamos cómo gestionarlo en una forma en que no tan solo no nos perjudique, sino que funcione como una palanca que nos ayude a conseguir esa vida a la que cada uno aspira, hasta entonces, no conseguiremos más que resultados mediocres.

Así que todos estos titulares nos hacen un flaco favor al hacer que veamos el estrés como un peligro.

Te dejo algunas referencias para que puedas bucear en el tema, si es que te interesa empezar a buscar cómo gestionar ese supuesto monstruo…

https://www.abc.net.au/life/changing-how-you-think-about-stress-to-be-less-affected-by-it/10824484

https://www.ted.com/talks/kelly_mcgonigal_how_to_make_stress_your_friend?language=es

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23437923 : Rethinking stress: the role of mindsets in determining the stress response.





(1)https://cuidatemucho.dkvsalud.es/gracias-estudio-de-salud-y-bienestar-directivos?submissionGuid=b6d0125a-a54b-42fe-a54f-7b7d86e8dcb5

¿Das por supuesta tu claridad mental?




La claridad mental es algo que tendemos a dar por supuesto mientras somos jóvenes, pero al ir avanzando el tiempo, y mientras se alarga la esperanza de vida, empezamos a darnos cuenta de lo valioso que es mantenerla en buenas condiciones.

Hay tantos artículos, tantos libros, tantas recomendaciones… 
La industria se ha puesto ya en marcha para ofrecernos toda clase de productos dirigidos a dar respuesta a este miedo que puede asaltarnos: 
¿Estaré en plenas facultades para disfrutar de mi muy merecida jubilación?
¿Cómo preservar la claridad mental a lo largo de nuestra vida? Comparto con vosotros dos links solventes que os pueden orientar en este asunto (1)

Hay algunos temas importantes que quiero resaltar y que se abordan en estos dos informes:

1.- No hay productos (libros, ejercicios, suplementos, alimentos, técnicas,  ….) “mágicos” que haya que comprar para afrontar el reto de disfrutar de una buena calidad de vida en nuestra última etapa (2).

2.- Lo que sí hay son estilos de vida que ayudan y estilos de vida que no lo hacen.

¿Qué incluye un estilo de vida? Pues entre otras cosas:

- Cómo nos alimentamos (qué y cuánto)
- Cómo nos movemos (qué y cuánto)
- “Malos hábitos”: fumar y beber (qué y cuánto)
Estos tres son los factores que – de lo que se desprende de los estudios - parece que más influyen en sostener nuestra función mental a lo largo de los años. Eso no quiere decir que no haya otros factores, como el dormir adecuadamente o saber gestionar nuestras emociones y relaciones o el soporte de familiares y amigos, intereses y aficiones etc.., pero las mencionadas son las más contrastadas en este momento.

Apostar al máximo por una mente sostenible, de eso se trata, pero, al mismo tiempo, tener en cuenta que la vida transcurre hoy, que no se trata de preocuparnos sino de ocuparnos. Ir tomando buenas decisiones que son las que ni hipotecan el presente ni hipotecan el futuro, en definitiva, un equilibrio sano.



(1) WHO: https://www.who.int/es/news-room/detail/14-05-2019-adopting-a-healthy-lifestyle-helps-reduce-the-risk-of-dementia(en castellano)

GCBH: https://www.aarp.org/health/brain-health/global-council-on-brain-health/(en inglés)

(2) Es humano, nos gusta disponer de fórmulas que nos quiten del azar y que no nos exijan que nos ocupemos nosotros mismos de disponer del máximo de recursos para hacer frente a lo que acontezca.

lunes, 9 de septiembre de 2019

¿Nos interesa apostar por la resiliencia?




Que no nos engañen: la empresa no emprende acciones (1) para que sus empleados sean más felices o estén mejor. Las acciones que emprende la empresa están, o deberían estar, dirigidas a aumentar el beneficio en forma sostenible. Creo que, a veces, los directivos se olvidan de esto, olvidando también que sus equipos perciben cuando las acciones van o no a contribuir a sostener su puesto de trabajo.

Si queremos resultados, soy de la opinión de que lo mejor que podemos hacer es apostar por mantener el rendimiento de nuestros equipos a un buen nivel, y esto solamente lo conseguiremos a través de un equipo directivo de calidad que dirija empleados que sepan y puedan exigir un buen nivel de liderazgo.

Así pues, la vía es de doble sentido: una buena dirección y unos equipos que la reconozcan y la exijan

A veces, la resiliencia de nuestros equipos puede no ser lo que más nos interese, si a lo que contribuye es a ocultar una dirección deficiente. Y es que empleados felices, contentos y adaptables, que sepan gestionar sus emociones nos interesan siempre, pero siempre que, a la vez, sean honestos, competentes, responsables, críticos y exigentes.

Creo que, cuando lo que realmente buscamos es aumentar el beneficio en una forma sostenible, tenemos que ser críticos con las acciones que lanzamos. Es muy fácil embarcarse en iniciativas dirigidas a los equipos para que aprendan a mejorar su gestión emocional o su gestión del estrés o su motivación, sin tener en cuenta que hay un riesgo: que lo que obtengamos sean equipos resilientes capaces de soportar direcciones deficientes. Eso no ayuda.








(1) Formación, instalaciones, horarios, eventos internos, …

miércoles, 4 de septiembre de 2019

Tú no lo ves como yo lo veo…



… ni lo sientes como yo lo siento.

Entender y manejar esto es crítico para relacionarse, y más aún en un directivo. Ya no dirigimos personas que se conforman, hoy en día nuestros equipos están formados por personas exigentes e informadas.

Es importante formar a nuestros directivos para que lo entiendan y sepan manejarlo

¿A que te resulta más fácil gestionar la relación con personas que se parecen a ti? Si queremos facilitar la gestión de un equipo lo más sencillo es formar un equipo con personas que ven y sienten las cosas de la misma manera. El problema es que, aparte de que es difícil conformarlo así, a este tipo de equipos no se les da muy bien la innovación.

La diversidad en un equipo es riqueza, pero requiere de competencias de dirección

Parece tonto, lo sé, pero una formación que permita a nuestros directivos entender y aprender a manejar esta diversidad de formas de ver y sentir facilitaría tres cosas muy importantes: los resultados del equipo y la innovación, el bienestar de sus componentes y el bienestar del directivo.

Y ¿por qué hablo de bienestar?  Las investigaciones sobre las fuentes principales de estrés en el trabajo apuntan a dos temas: relaciones interpersonales y la carga de trabajo. Y si lo piensas bien, mucha de la carga de trabajo  que nos desborda deriva de falta de coordinación y comunicación.




Formar a nuestros directivos apuntando a la consecución de resultados a través de mejorar su capacidad de gestión de las relaciones interpersonales es un enfoque muy productivo.