sábado, 29 de junio de 2019

Sobre la irresistible atracción por lo micro




Leía esta semana un artículo titulado “La cultura en la era de la prisa” (1). El artículo habla de que la industria cultural apuesta cada vez más por el formato “micro” debido a la reducción continuada de nuestra capacidad de atención. Para fundamentarlo, se citan ejemplos muy gráficos de esta adaptación que muestran una clara y sostenida reducción en duración/volumen de formato en canciones, películas, libros, … que, supuestamente, busca poder encajar en esta, cada vez más reducida, capacidad de atención.

Yo me pregunto ¿es eso así? ¿O es un caso de cherry picking? (2) … Pues la verdad es que si buscas en google la palabra micro-moments ¡resultan un montón de entradas! Se habla de “micro-momentos” y de cómo utilizarlos para captar esa atención tan dispersa (3). De ahí que puedo decir que no es solamente este artículo ni es solamente la industria cultural los que lo sostienen.

La “voz de alarma” sobre la reducción en nuestra capacidad de atención saltó en 2015 a raíz de un artículo sobre un estudio de Microsoft corp. (4). En este estudio se mencionaba que habíamos reducido el -attention span- de 12 a 8 segundos desde el año 2000, y relacionaba esta disminución con la irrupción de la era digital. 

Pero también es cierto que, cuando algo nos atrae, sí que somos capaces de mantener ahí la atención. Eso me lleva a pensar que quizás no se haya reducido nuestra capacidad de atender, sino que hay muchísima más oferta dirigida a nuestra atención, y ésta resulta más difícil de conquistar (5). Ya no es que seamos más selectivos, es que cuando hay mucha oferta, nos resulta fácil bloquearnos y, sencillamente, no escoger (6). Quizás es por esto por lo que nos acabe atrayendo tanto consumir vía micro-momentos, intentando abarcar lo infinito a través de pequeñas píldoras que nos evitan tener que escoger dónde depositar nuestra atención.

Y esto acaba por afectar nuestro aprendizaje (7) ya que no aprendemos en una forma eficaz cuando nuestro cerebro está inundado por información que no está conectada. Cuando no hay coherencia (8) en los contenidos que nos llegan, no aprendemos en una forma efectiva.

No se trata creo de discutir sobre si hemos perdido o no capacidad de atención, se trata de ser conscientes de lo que sucede en nuestro entorno, de comprender cómo nos afecta y de utilizar estrategias adecuadas para, en ese entorno, conseguir el resultado que queremos.









(1) https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/06/28/5d14e1cf21efa0e2778b4595.html

(2) https://www.fundacionmf.org.ar/visor-producto.php?cod_producto=4747


Aunque esta estadística ha sido cuestionada… https://www.bbc.com/news/health-38896790


(5) https://martechseries.com/sales-marketing/customer-experience-management/survey-finds-attention-spans-arent-shrinking-theyre-evolving/



(8) La coherencia se refiere a un sistema de ideas que encajan de forma que cada concepto refuerza y construye sobre otros. Desde la perspectiva del funcionamiento del cerebro, esta forma de aprendizaje facilita la integración y la retención de nuevas ideas.


lunes, 24 de junio de 2019

Quizás no sea tanto hacer como dejar hacer



Esta publicación de McKinsey Classics | June 2019 me lleva a un concepto que manejo desde hace años: el rol del directivo como generador de entornos que permitan realizar el trabajo a su más alto nivel.

En el artículo (1) se habla de cuatro trampas que es bueno evitar si queremos que ese entorno se propicie:


TRAMPA 1: Dar señales confusas o contradictorias

Esta trampa nos recuerda la importancia de las señales que el directivo emite en base a lo que dice, muestra o hace. Todas estas señales deben alinearse con el propósito que se persigue. No se puede fijar como estrategia, por ejemplo, la innovación y en lo que hacemos en el día a día dar señales que no la sostengan.

TRAMPA 2: Desorientar

Si no hay claridad en el camino trazado por la dirección, es muy difícil que la compañía se alinee. Los bandazos, la falta de consistencia, crean entornos donde la inseguridad bloquea.

TRAMPA 3: No coordinarse con el resto de las áreas

No es tan solo conseguir que mi equipo sepa hacia dónde va, no somos unidades autónomas. No ver coordinación y soporte entre las distintas áreas de la empresa dificulta crear un entorno de alto rendimiento.

TRAMPA 4: Desconectar de lo relevante y asumible

Pensar a lo grande es bueno siempre que sepamos conectarlo con el día a día de las personas que van a llevarlo a término, con su día a día, sus recursos y sus valores.



En fin, que muchas veces pensamos más en que nuestros equipos hagan cosas que en que lo que estemos comunicando con nuestras palabras, gestos y acciones propicie el mejor entorno para que estos equipos actúen en la forma más eficaz y eficiente posible hacia el objetivo perseguido.




viernes, 21 de junio de 2019

Puede que haya sido el azar



No me siento cómoda con el azar. No es extraño, el funcionamiento de mi cerebro tiene como uno de sus pilares la reducción de la incertidumbre (1). Mi forma de funcionar es observar y construir sobre lo que me llega, de forma que entienda lo que sucede y pueda predecir lo que sucederá. Y todo esto lo hago sin llegar a ser consciente de ello.

Me imagino mi cerebro ahí metido, en una caja negra, ocupándose de que toda yo funcione, procesando lo que le llega desde mi interior y lo que le llega desde el exterior a través de los sentidos. Lo que le llega no son más que señales: vibraciones, presión impulsos, ondas…. y todo ello se traduce, mejor o peor, y se interpreta, en gran medida, comparando con lo que se construyó a raíz de otras situaciones y experiencias que viví y que me permitieron establecer patrones y modelos. De todo ello me construyo algo que para mí es real.

El azar es tan difícil de gestionar porque va en contra de mi forma de “computar”. Azar es no poder recurrir a un modelo ni a un patrón contra el que dar sentido a lo que vivo. Azar me dificulta predecir, me dificulta poder dar sentido a lo que sucede en base a lo que sucedió. El azar rompe mi narrativa (2).

Pero, quiera o no, el azar es una característica del funcionamiento de nuestro universo.

Después de darle vueltas a este tema, creo que lo mejor para mí es que, cuando me pasa algo que no he sabido predecir, sepa abrirme a la opción de que haya sido el azar, y así poder optar a no perder tiempo ni energía en encontrarle un sentido en base a una historia ya pasada (3), sino elaborar ese sentido en base a ese nuevo escenario en el que lo que me ha pasado me sitúa.

Pero para hacerlo necesito entrenar esta forma de funcionar. Y no solamente esto, necesito entrenarlo con pequeñas cosas que surgen en el día a día y ante las que tiendo a funcionar según ese patrón que quiero cambiar. Necesito hacerlo así y no esperar a que el azar ponga en mi camino algo tan gordo que no pueda asumirlo, porque, sin haberlo entrenado, estoy abocada a gestionarlo en la misma forma en que hoy lo hago (4).




(1) https://elpais.com/elpais/2013/10/04/laboratorio_de_felicidad/1380915491_138091.html

(2) De negar el azar surge la necesidad de bucear en todas las historias que pueda elaborar, buscando apoyo en las fuentes más intangibles como distintas religiones, profecías, la influencia de los astros, el karma o el poder de distintos profetas o gurús, a recurriendo las más terrenales como lo que influyó mi entorno, lo que hicieron los otros, yo misma, aquello que hice o no, aquello que sentí o no… En esa búsqueda del “culpable”, quizás me acoja a la historia que más me reconforte, que le de sentido a lo que me ha pasado, o quizás entre en una espiral de búsqueda sin fin. Ni una ni otra opción vienen sin coste.

En la entrada del blog del 4 de noviembre de 2018 te dejé un link a un estudio interesante que se titula “Talent vs Luck:
the role of randomness in success and failure”. Hay muchos gurús que venden muy bien fórmulas de éxito, y pocos que reconozcan que el azar tiene también que ver, y, en algunos casos y momentos, ese azar, también llamado suerte, tiene un papel más que importante en nuestra vida.  https://arxiv.org/pdf/1802.07068.pdf


 (3) Ir al pasado me sirve para aprender, si lo uso para construir historias que den sentido a lo que vivo estaré cerrando la posibilidad de elaborar ese sentido en una forma en que me pueda ser más útil. Para entenderlo a mi me sirve pensar en la diferencia que hay entre preguntarse el por qué algo ha pasado o preguntarse para qué sucede. El por qué te lleva al pasado mientras que el para qué te proyecta al futuro.

(4) Esto mismo nos pasa con la gestión del estrés y muchas otras competencias. Nos acordamos de que necesitamos gestionarlo de un modo distinto cuando estamos sumergidos en ello, y, desde allí, no hay posibilidad de construir en la misma forma que desde la calma y la serenidad.