viernes, 21 de junio de 2019

Puede que haya sido el azar



No me siento cómoda con el azar. No es extraño, el funcionamiento de mi cerebro tiene como uno de sus pilares la reducción de la incertidumbre (1). Mi forma de funcionar es observar y construir sobre lo que me llega, de forma que entienda lo que sucede y pueda predecir lo que sucederá. Y todo esto lo hago sin llegar a ser consciente de ello.

Me imagino mi cerebro ahí metido, en una caja negra, ocupándose de que toda yo funcione, procesando lo que le llega desde mi interior y lo que le llega desde el exterior a través de los sentidos. Lo que le llega no son más que señales: vibraciones, presión impulsos, ondas…. y todo ello se traduce, mejor o peor, y se interpreta, en gran medida, comparando con lo que se construyó a raíz de otras situaciones y experiencias que viví y que me permitieron establecer patrones y modelos. De todo ello me construyo algo que para mí es real.

El azar es tan difícil de gestionar porque va en contra de mi forma de “computar”. Azar es no poder recurrir a un modelo ni a un patrón contra el que dar sentido a lo que vivo. Azar me dificulta predecir, me dificulta poder dar sentido a lo que sucede en base a lo que sucedió. El azar rompe mi narrativa (2).

Pero, quiera o no, el azar es una característica del funcionamiento de nuestro universo.

Después de darle vueltas a este tema, creo que lo mejor para mí es que, cuando me pasa algo que no he sabido predecir, sepa abrirme a la opción de que haya sido el azar, y así poder optar a no perder tiempo ni energía en encontrarle un sentido en base a una historia ya pasada (3), sino elaborar ese sentido en base a ese nuevo escenario en el que lo que me ha pasado me sitúa.

Pero para hacerlo necesito entrenar esta forma de funcionar. Y no solamente esto, necesito entrenarlo con pequeñas cosas que surgen en el día a día y ante las que tiendo a funcionar según ese patrón que quiero cambiar. Necesito hacerlo así y no esperar a que el azar ponga en mi camino algo tan gordo que no pueda asumirlo, porque, sin haberlo entrenado, estoy abocada a gestionarlo en la misma forma en que hoy lo hago (4).




(1) https://elpais.com/elpais/2013/10/04/laboratorio_de_felicidad/1380915491_138091.html

(2) De negar el azar surge la necesidad de bucear en todas las historias que pueda elaborar, buscando apoyo en las fuentes más intangibles como distintas religiones, profecías, la influencia de los astros, el karma o el poder de distintos profetas o gurús, a recurriendo las más terrenales como lo que influyó mi entorno, lo que hicieron los otros, yo misma, aquello que hice o no, aquello que sentí o no… En esa búsqueda del “culpable”, quizás me acoja a la historia que más me reconforte, que le de sentido a lo que me ha pasado, o quizás entre en una espiral de búsqueda sin fin. Ni una ni otra opción vienen sin coste.

En la entrada del blog del 4 de noviembre de 2018 te dejé un link a un estudio interesante que se titula “Talent vs Luck:
the role of randomness in success and failure”. Hay muchos gurús que venden muy bien fórmulas de éxito, y pocos que reconozcan que el azar tiene también que ver, y, en algunos casos y momentos, ese azar, también llamado suerte, tiene un papel más que importante en nuestra vida.  https://arxiv.org/pdf/1802.07068.pdf


 (3) Ir al pasado me sirve para aprender, si lo uso para construir historias que den sentido a lo que vivo estaré cerrando la posibilidad de elaborar ese sentido en una forma en que me pueda ser más útil. Para entenderlo a mi me sirve pensar en la diferencia que hay entre preguntarse el por qué algo ha pasado o preguntarse para qué sucede. El por qué te lleva al pasado mientras que el para qué te proyecta al futuro.

(4) Esto mismo nos pasa con la gestión del estrés y muchas otras competencias. Nos acordamos de que necesitamos gestionarlo de un modo distinto cuando estamos sumergidos en ello, y, desde allí, no hay posibilidad de construir en la misma forma que desde la calma y la serenidad.


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