No me siento
cómoda con el azar. No es extraño, el funcionamiento de mi cerebro tiene como
uno de sus pilares la reducción de la incertidumbre (1). Mi forma de funcionar es observar
y construir sobre lo que me llega, de forma que entienda lo que sucede y pueda
predecir lo que sucederá. Y todo esto lo hago sin llegar a ser consciente de
ello.
Me
imagino mi cerebro ahí metido, en una caja negra, ocupándose de que toda yo
funcione, procesando lo que le llega desde mi interior y lo que le llega desde el
exterior a través de los sentidos. Lo que le llega no son más que señales:
vibraciones, presión impulsos, ondas…. y todo ello se traduce, mejor o peor, y se
interpreta, en gran medida, comparando con lo que se construyó a raíz de otras situaciones
y experiencias que viví y que me permitieron establecer patrones y modelos. De todo
ello me construyo algo que para mí es real.
El azar
es tan difícil de gestionar porque va en contra de mi forma de “computar”. Azar
es no poder recurrir a un modelo ni a un patrón contra el que dar sentido a lo
que vivo. Azar me dificulta predecir, me dificulta poder dar sentido a lo que
sucede en base a lo que sucedió. El azar rompe mi narrativa (2).
Pero,
quiera o no, el azar es una característica del funcionamiento de nuestro
universo.
Después
de darle vueltas a este tema, creo que lo mejor para mí es que, cuando me pasa
algo que no he sabido predecir, sepa abrirme a la opción de que haya sido el
azar, y así poder optar a no perder tiempo ni energía en encontrarle un sentido
en base a una historia ya pasada (3), sino elaborar ese sentido en base a ese
nuevo escenario en el que lo que me ha pasado me sitúa.
Pero
para hacerlo necesito entrenar esta forma de funcionar. Y no solamente esto,
necesito entrenarlo con pequeñas cosas que surgen en el día a día y ante las
que tiendo a funcionar según ese patrón que quiero cambiar. Necesito hacerlo así y no esperar a
que el azar ponga en mi camino algo tan gordo que no pueda asumirlo, porque,
sin haberlo entrenado, estoy abocada a gestionarlo en la misma forma en que hoy
lo hago (4).
(1) https://elpais.com/elpais/2013/10/04/laboratorio_de_felicidad/1380915491_138091.html
(2) De negar el azar surge la necesidad de bucear en todas las
historias que pueda elaborar, buscando apoyo en las fuentes más intangibles
como distintas religiones, profecías, la influencia de los astros, el karma o
el poder de distintos profetas o gurús, a recurriendo las más terrenales como
lo que influyó mi entorno, lo que hicieron los otros, yo misma, aquello que
hice o no, aquello que sentí o no… En esa búsqueda del “culpable”, quizás me
acoja a la historia que más me reconforte, que le de sentido a lo que me ha
pasado, o quizás entre en una espiral de búsqueda sin fin. Ni una ni otra
opción vienen sin coste.
En la entrada del blog del 4 de noviembre de 2018 te dejé un link a un
estudio interesante que se titula “Talent vs Luck:
the role of randomness in success and failure”. Hay muchos
gurús que venden muy bien fórmulas de éxito, y pocos que reconozcan que el azar
tiene también que ver, y, en algunos casos y momentos, ese azar, también
llamado suerte, tiene un papel más que importante en nuestra vida. https://arxiv.org/pdf/1802.07068.pdf
(3) Ir al pasado me sirve para aprender, si lo
uso para construir historias que den sentido a lo que vivo estaré cerrando la
posibilidad de elaborar ese sentido en una forma en que me pueda ser más útil. Para
entenderlo a mi me sirve pensar en la diferencia que hay entre preguntarse el
por qué algo ha pasado o preguntarse para qué sucede. El por qué te lleva al
pasado mientras que el para qué te proyecta al futuro.
(4) Esto
mismo nos pasa con la gestión del estrés y muchas otras competencias. Nos
acordamos de que necesitamos gestionarlo de un modo distinto cuando estamos
sumergidos en ello, y, desde allí, no hay posibilidad de construir en la misma
forma que desde la calma y la serenidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario