Esta publicación de McKinsey
Classics | June 2019 me lleva a un concepto que manejo desde hace años: el rol
del directivo como generador de entornos que permitan realizar el trabajo a su
más alto nivel.
En el artículo (1) se
habla de cuatro trampas que es bueno evitar si queremos que ese entorno se
propicie:
TRAMPA 1: Dar señales confusas o contradictorias
Esta trampa nos recuerda la
importancia de las señales que el directivo emite en base a lo que dice,
muestra o hace. Todas estas señales deben alinearse con el propósito que se
persigue. No se puede fijar como estrategia, por ejemplo, la innovación y en lo
que hacemos en el día a día dar señales que no la sostengan.
TRAMPA 2: Desorientar
Si no hay claridad en el
camino trazado por la dirección, es muy difícil que la compañía se alinee. Los
bandazos, la falta de consistencia, crean entornos donde la inseguridad
bloquea.
TRAMPA 3: No coordinarse con el resto de las áreas
No es tan solo conseguir
que mi equipo sepa hacia dónde va, no somos unidades autónomas. No ver
coordinación y soporte entre las distintas áreas de la empresa dificulta crear
un entorno de alto rendimiento.
TRAMPA 4: Desconectar de lo relevante y asumible
Pensar a lo grande es
bueno siempre que sepamos conectarlo con el día a día de las personas que van a
llevarlo a término, con su día a día, sus recursos y sus valores.
En fin, que muchas veces
pensamos más en que nuestros equipos hagan cosas que en que lo que estemos
comunicando con nuestras palabras, gestos y acciones propicie el mejor entorno
para que estos equipos actúen en la forma más eficaz y eficiente posible hacia
el objetivo perseguido.
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