lunes, 24 de junio de 2019

Quizás no sea tanto hacer como dejar hacer



Esta publicación de McKinsey Classics | June 2019 me lleva a un concepto que manejo desde hace años: el rol del directivo como generador de entornos que permitan realizar el trabajo a su más alto nivel.

En el artículo (1) se habla de cuatro trampas que es bueno evitar si queremos que ese entorno se propicie:


TRAMPA 1: Dar señales confusas o contradictorias

Esta trampa nos recuerda la importancia de las señales que el directivo emite en base a lo que dice, muestra o hace. Todas estas señales deben alinearse con el propósito que se persigue. No se puede fijar como estrategia, por ejemplo, la innovación y en lo que hacemos en el día a día dar señales que no la sostengan.

TRAMPA 2: Desorientar

Si no hay claridad en el camino trazado por la dirección, es muy difícil que la compañía se alinee. Los bandazos, la falta de consistencia, crean entornos donde la inseguridad bloquea.

TRAMPA 3: No coordinarse con el resto de las áreas

No es tan solo conseguir que mi equipo sepa hacia dónde va, no somos unidades autónomas. No ver coordinación y soporte entre las distintas áreas de la empresa dificulta crear un entorno de alto rendimiento.

TRAMPA 4: Desconectar de lo relevante y asumible

Pensar a lo grande es bueno siempre que sepamos conectarlo con el día a día de las personas que van a llevarlo a término, con su día a día, sus recursos y sus valores.



En fin, que muchas veces pensamos más en que nuestros equipos hagan cosas que en que lo que estemos comunicando con nuestras palabras, gestos y acciones propicie el mejor entorno para que estos equipos actúen en la forma más eficaz y eficiente posible hacia el objetivo perseguido.




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