domingo, 6 de marzo de 2016

¿Qué tan duro es, realmente, ser “el jefe”?

Somos la fuerza creativa de nuestra vida, y a través de nuestras decisiones más que de nuestras condiciones, si aprendemos cuidadosamente a hacer ciertas cosas, podemos conseguir lo que nos propongamos” Stephen Covey

En 1958 el neurocientífico Joseph Brady realizó un experimento que dio lugar al concepto del síndrome de estrés del ejecutivo. Los resultados del estudio llevaron a pensar que tomar decisiones, y la responsabilidad que eso conlleva, aboca a sufrir estrés (1). Estudios posteriores (2) no tan solo han desmitificado el “síndrome de estrés del ejecutivo”, sino que han mostrado que tomar decisiones no provoca estrés, es más, y dicho de forma humorística,  “[…]los ejecutivos de todas las especies tienen mayores probabilidades de producir úlceras en los demás que de desarrollarlas[…]” (3)

Si tal como dice Stephen Covey, nosotros somos nuestro principal jefe, podemos hacernos la pregunta: ¿qué tan duro es, realmente, ser “el jefe”? Pues, depende…

Tomar decisiones puede causarnos estrés (1) cuando estas decisiones las tomamos viviendo la situación cómo fuera de nuestro control, sin capacidad de predicción, sin prever salidas para la frustración, sin disponer fuentes de apoyo, sin percibir señales de mejora en nuestra situación... En cambio, si aprendemos cuidadosamente a generar las condiciones más adecuadas para la toma de decisiones, ya no nos será tan duro ser “el jefe”.

Si, en gran parte depende de nosotros mismos crear nuestra vida, ahora bien, cuando tomamos este camino es esencial tener en cuenta lo que Robert Sapolsky indica, y que os transcribo directamente ya que yo no sabría expresarlo mejor:

“[…] Es cierto que el mundo real se halla repleto de cosas malas que podemos esquivar modificando la perspectiva y el carácter psicológico, pero también está lleno de cosas espantosas que no se pueden eliminar con un cambio de actitud, por muy heroica, ferviente, compleja y ritualmente que lo deseemos […]”(4)

Y, como él, me remito a la oración de Reinhold Niebuhr:

Dios mío, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor de cambiar las que pueda, y la sabiduría para establecer la diferencia



(1) estrés del negativo. Ver post del 8 de diciembre
(3) del libro ¿Por qué las cebras no tienen úlcera? de Robert M. Sapolsky
(4) aprendiendo cuidadosamente a vivir lo que hacemos es ponerlo todo de nuestra parte para construir una vida plena. Nada nos garantiza el “éxito”, por supuesto, pero habremos luchado a tope por ello.

No hay comentarios:

Publicar un comentario