Hoy te hablaré del MITO 2.
MITO 2: una vida sin deseo es una vida mejor
Una vida sin deseo, una vida
sin placer… suena a anhedonia ¿no?, y anhedonia es uno de los síntomas de la
depresión profunda. Una vida con anhedonia no creo que sea para nada una vida
mejor…
Hoy en día si te mueves, o
lees libros, o artículos, en el ámbito de crecimiento personal, aparece a
menudo el tema del deseo. Es más, si estás metido más a fondo en temas
relacionados, o que beben de raíces budistas, seguro te habrá aparecido el tema
de huir del deseo y de la
aversión como un requisito sine qua non para alcanzar una vida plena (1).
Los sistemas fisiológicos que
gobiernan nuestro reconocimiento, aprendizaje y respuesta ante lo que nos
repele o asusta y ante lo que nos atrae, se ocupan de alejarnos de aquello que
interpretamos como peligro, y de impulsarnos hacia aquello que creemos asegura
nuestro bienestar y supervivencia (2).
Estos dos sistemas, potentes
desencadenantes de comportamiento, han sido diseñados a lo largo de la
evolución humana para mantenernos a salvo y saludables. El problema está en que
fueron diseñados para entornos que ya no existen, y es fácil, muy fácil, que lo
que sirvió en su momento ahora ya no solamente no sirva, sino que pueda jugar
en nuestra contra.
Así que deseo y aversión son requisitos
indispensables para vivir. Lo que va a llevarnos a una vida plena será cómo regulemos estos
sistemas, de modo que nos sirvamos de ellos para mejorar nuestra vida evitando
que nos lastren. Ahí está el camino a seguir, conocer cómo funcionan, darse
cuenta de cómo aplican a uno mismo, y diseñar las estrategias adecuadas para
sacarles el máximo provecho.
Vivir una buena vida, una
vida que valga la pena, no significa pues renunciar a los deseos, significa
precisamente lo contrario: significa aceptar tus deseos (3), reconocerlos, entenderlos, de forma
que puedas escoger qué deseo persigues y hasta qué punto lo persigues.
Significa encarrilar tus deseos de forma positiva y productiva. Significa darte cuenta de tus
deseos de forma que canalices esa energía, ese motor, en la dirección adecuada.
Podrán decirte que, si
reduces tus deseos, también reducirás tus desengaños, y eso es así. Pero hay
una contrapartida, siempre la hay: sin deseo tampoco habrá pasión. Y, a veces, muchas
veces, sentir pasión bien vale el riesgo de pasar por un desengaño (4).
¡Hasta el próximo mito! Pasa
una feliz semana.
Notas y recursos
adicionales
(1) Si te fijas bien,
aunque hay citas atribuidas a Buda como: “Del
deseo surge el dolor; del deseo surge el miedo. Para aquel que está libre de deseo ni hay
dolor ni mucho menos miedo”, Buda hablaba más bien del apego. Creo que el
apego sería más asimilable a la adicción. Y ahí sí que surgen problemas. Te dejo
un artículo interesante de Harvard sobre el tema: http://www.health.harvard.edu/newsletter_article/how-addiction-hijacks-the-brain
(2) Te dejo también un
artículo de Stanford sobre estos circuitos: http://worldview.stanford.edu/blog/ask-neuroscientist-fear-reward-and-decision-making-tug-war
(3) Otro tema que me
parece interesante es la diferente valoración que se hace entre el deseo de
cosas o experiencias “materiales” y el deseo de cosas “elevadas” o
“trascendentes”. Creo sinceramente que hay que darse permiso para celebrar las
cosas materiales. Cuando estas cosas ni te definen ni te poseen, mejoran tu
vida y la de otros.
(4) Pasar por
desengaños, al igual que por fracasos, no es para nada malo, forma parte de
nuestro aprendizaje.
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