Los primeros pasos que se dieron en el área de la gestión
del estrés llevaban un mensaje claro: “el estrés es malo”. Sólo profundizando
te dabas cuenta de que lo malo era el estrés sin una adecuada recuperación,
pero la lectura superficial se quedaba en “el estrés es malo”.
Luego, al cabo de unos años, se “descubría” que el estrés no
era malo, que sin estrés no hay vida. No era un descubrimiento, sin embargo,
para los que realmente entendieron desde el principio el concepto.
Todo en la naturaleza emana del equilibrio. Pero de un
equilibrio dinámico, de desequilibrar para volver a equilibrar. Si no hay
cambios, si el equilibrio es estático, se acaba muriendo. El quid de la
cuestión, es aprender a moverte, a activarte, para avanzar, para evolucionar, y
aprender cuándo y cómo volver al equilibrio, para restaurar, para recomponer, para
nutrir, para recargar (1).
Hoy en día hay quienes buscan el movimiento continuo y no
saben pausar (2), y los hay que se complacen excesivamente en la pausa. Si hay
algo que caracteriza el entorno actual es que las cosas cambian, y cambian
rápido. En entornos complejos donde el cambio es rápido, si no te mueves, te
sales de la foto. Pero si te mueves sin restaurar, en forma y tiempo adecuado,
te sales igual de la foto.
Entrenar ese ir y volver: que puedas ir cada vez más allá, sabiendo
cuando toca restaurar, y que este tiempo sea óptimo. Si lo entrenas estarás
mucho más preparado para moverte en éste, nuestro mundo, y disfrutarás de un
mayor bienestar.
(1) Seguro que si eres deportista has oído más de una vez lo
de que lo importante es lo rápido que recuperes tus pulsaciones más que las
pulsaciones en sí. También habrás oído hablar del concepto sobreentrenamiento.
(2) Esta pauta es muy valorada hoy en día, parece que seamos
más responsables, que estemos más comprometidos, más profesionales. Esto agrava
el problema porque no nos atrevemos a pausar, porque nos parece que “se nos cae
el boli”, no sabemos distinguir entre la pausa que nutre al movimiento y la
pausa sin movimiento.
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